lunes, 3 de junio de 2013

PRISIONEROS EN CUBA

                                   


Esta historia no es mía; a mi madre le encantaba escribir y esta es una narración  escrita suya. Lo transcribo tal como ella lo escribió pues tienen mucha gracia sus modismos y expresiones.
                                         
                                               CAPÍTULO I

Esto sucedió hace muchos, muchos años; en la guerra de España con Cuba. Yo recuerdo que mi madre me lo contaba cuando yo era muy pequeña.
Es un relato de sufrimiento, como en todas las guerras.
En el sorteo de los mozos, le tocó a un hermano de mi madre que se llamaba Vicente Pastor el ir a defender Cuba.
Un buen día los embarcaron con sus oficiales; esto era como si fuese "el otro mundo" de lejos.
Llegaron y entraron en combate. Fue muy duro porque se defendían muy bien. En uno de aquellos combates cogieron prisionero a un grupo de diez soldado; entre ellos Vicente.
Los embarcaron en un barco como los de los piratas. En el viaje les daban un poco de agua y muy poquito pan. Les tenían reservado no matarlos, pero si llevarlos a una isla y abandonarlos allí. Ellos pensaban que al llegar a la isla los matarían, pero no fue así; les obligaban a remar y se quemaban del sol tan fuerte que sin compasión les quemaba.
Por fin llegaron a una isla, los hicieron desembarcar y los dejaron allí sin víveres allí abandonados, dónde no había vegetación ni nada; una isla solitaria y a su alrededor el mar. Estaban sin poder hacerse una cabaña para refugiarse del sol.
Ellos vieron como se iban los que les habían llevado allí para que se murieran de hambre y de sed poco a poco.
Como la isla era pequeña y no había vegetación no podían comer. Con las correas del uniforme hicieron como una especie de anzuelo para ver si podían pescar algo para alimentarse. Cogían el anzuelo por turnos pero como no tenían cebo, los peces no picaban. Por no haber no había ni un pájaro que cruzara por allí.
El abandono la soledad y la muerte era su fin.
Por la noche solía caer una llovizna escasa que por mucho que hicieran por recoger algo de agua no lo conseguían. Abrían sus bocas y sus ardientes labios se refrescaban un poco, así de esa manera pronto empezaron a morir. Estaban casi ciegos, quemados por el sol; cada día morían uno o dos,
Siempre mirando al mar para ver si se veía pasar algún barco, pero no se veía nada.
A España había llegado la noticia de que habían hecho prisioneros a un grupo de soldados y se había enviado la lista de los nombres entre ellos el de Vicente, mi tío.    

No hay comentarios: